¿Quiénes son los musulmanes moderados? Por Tarik Ramadán
La formula ha florecido a través del mundo luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos. Frente al horror y a lo inaceptable, se buscaba a los “musulmanes moderados” capaces de reaccionar, distanciarse y criticar las acciones de los “musulmanes extremistas”, “fundamentalistas” o de los “islamistas”.
También hemos visto que se han creado dos campos: el de “los buenos musulmanes” y los “malos musulmanes”, de un lado a los que se ha denominado como “moderados”, “liberales”, “laicos”, etc., y del otro, los “fundamentalistas”, “extremistas” o “islamistas”, etc. De hecho, esta categorización no es nueva puesto que la literatura producida por las autoridades coloniales (bajo los reinados británicos, franceses o holandeses por ejemplo) y ciertos orientalistas de finales del siglo XIX y principios del XX presentan a menudo a los musulmanes según esta misma relación binaria: hay buenos y malos, y los “buenos” son aquellos quienes o colaboran con la presencia colonial o aceptan los valores y las costumbres del dominante. Los otros, los “resistentes”, religiosa, cultural o políticamente son casi sistemáticamente calificados de forma negativa: son “el otro” y el “peligro”.
A pesar de que los tiempos han cambiado, las estructuras mentales, los cuadros de referencia y las calificaciones simplificadoras y simplistas se han quedado muy presentes en los debates intelectuales, políticos y mediáticos de nuestra época. ¿De qué se habla en adelante? ¿De prácticas religiosas moderadas? ¿De posiciones políticas? ¿De la relación con la violencia? ¿De la relación con Occidente? Lo que caracteriza el debate contemporáneo sobre el islam y los musulmanes es esta confusión general: porque se dice que el islam no diferencia entre religión y política, se pueden autorizar las calificaciones generales sin distinguir las concepciones y las prácticas religiosas de los posicionamientos políticos. Una percepción simplificadora del “mundo musulmán” haría despreciar los principios elementales de la categorización precisa en ámbitos tanto del respeto de los principios de análisis que parten de la teología y del derecho por una parte y de las ciencias sociales y políticas por otra. El tema es complejo y se debe comenzar por clasificar las preguntas: es importante primero estudiar la cuestión desde el punto de vista religioso. ¿Existe o no una moderación por oposición a los excesos en la práctica de los musulmanes? ¿Cómo podemos categorizar las diferentes tendencias que se manifiestan en el islam? ¿Qué hay de los posicionamientos políticos de los unos y de los otros? Sobre un plan más global, ¿qué pueden enseñarnos las diferentes percepciones de “Occidente”? El orden y la naturaleza de estas preguntas permiten clarificar las interrogantes relativas a los “musulmanes moderados” y vamos a intentar abordarlas sucesivamente.
El tema de la moderación en la práctica atraviesa la literatura islámica desde su origen. En el Corán y en las tradiciones proféticas que lo acompañan, los musulmanes y las musulmanas son llamados a hacer prueba de la moderación en todos los ámbitos de su práctica. “Dios quiere para ustedes la facilidad y no la dificultad” recuerda el Corán y Muhammad (PBSL) afirma “Faciliten las cosas, no las vuelvan más difíciles”, y él mismo daba el ejemplo escogiendo los aligeramientos (como no hacer el ramadán durante un viaje) para que los fieles no caigan en el exceso.
Es así que, desde su origen, la mayoría de los sabios han comprendido la formula coránica que califica a los musulmanes de la “comunidad del término medio”. Muy pronto, han aparecido dos tendencias en la naturaleza de la práctica: los que aplican las enseñanzas al pie de la letra sin tomar en cuenta el contexto o los aligeramientos (ahl al-`azîma) y los (ah lar-rukhas) que tenían en cuenta éstos últimos y la flexibilidad de la practica según el contexto social, la época y en la situación necesaria (hâja) y/o de necesidad (darûra). La inmensa mayoría de sabios (ulamâ) y de musulmanes a través del mundo o en Occidente (cualquiera que sean las tradiciones chiitas o sunitas y las escuelas del derecho), promueven y siguen la vía de la moderación y de la flexibilidad en la práctica. Ellos siguen estrictos sobre los principios fundamentales pero proponen adaptaciones según el medio y la época. Sin duda es ya a ese primer nivel que opera un primer malentendido sobre la noción de moderación. En las sociedades occidentales donde la práctica y la visibilidad cotidiana de la religión están casi ausentes (incluso en los Estados Unidos en donde la referencia religiosa esta mas presente), el hecho de hablar de rezar, de ayunar, de las obligaciones morales y vestimentarias ligadas a la religión parece ya excesivo. Los musulmanes moderados serian entonces aquellos que no manifiestan una distinción vestimentaria, que beben alcohol o que practican su religión “como nosotros la nuestra”, es decir no realmente o en todo caso de forma invisible. Las historias y las referencias no son las mismas y la noción de moderación se considera siempre desde el interior de cada universo de referencia.
Sin embargo no hay que negar que entre las diferentes corrientes musulmanas (literaria, tradicionalista, reformista, racionalista, mística y exclusivamente política), existen interpretaciones dogmaticas y excesivas. Claro está, es en las corrientes literarias, tradicionalistas y politizadas que se encuentran las interpretaciones más cerradas que promueven opiniones jurídicas sin tener en cuenta los contextos históricos y sociales tanto sobre la practica propiamente dicha como sobre la cultura, las relaciones humanas, las mujeres o las relaciones con los “no musulmanes”. Frente a estos últimos, ciertos grupos pueden invitar a los musulmanes a no establecer relaciones con los cristianos, los judíos o los ateos, inclusive a veces a afirmar posiciones de rechazo o de hostilidad en su contra. En el plan interno, ciertos de estos grupos minoritarios critican las otras tendencias musulmanas y van incluso a poner en duda el carácter islámico de su creencia y de sus prácticas. Lo que es problemático y convierte a las categorizaciones muy complejas, es que los grupos reformistas, racionalistas o místicos, desarrollan –sobre el plano interno- la misma actitud dogmatica frente a sus correligionarios, deslegitimando su pertenencia con juicios “distintos” y algunas veces exclusivistas. Se puede ver, la moderación es multidimensional y no se explica solamente con relación a Occidente o a los “no musulmanes”. Es importante reconocer y respetar la diversidad de las interpretaciones islámicas pues el único medio de poder entablar el dialogo intracomunitario tan necesario en nuestros días.
El análisis de los posicionamientos políticos vuelven las cosas aun más complejas puesto que la confusión es grande y los calificativos cambiantes. ¿De quién se habla y de qué se habla exactamente? La cuestión de la moderación política es de hecho muy subjetiva. El ejemplo de Afganistán es bastante sintomático: los mismos que ayer fueron presentados como “resistentes” frente a la invasión rusa, son descritos hoy como “terroristas” cuando enfrentan a la ocupación americano-británica. Si todo el mundo se pone de acuerdo en condenar los actos de terrorismo dirigidos a civiles en Estados Unidos, la Casablanca, Bali, Amman, Madrid o Londres, ¿qué hay de la resistencia iraquí, afgana o palestina frente a las ocupaciones consideradas o percibidas como ilegales? ¿Son los “extremistas” los resistentes y los “moderados” aquellos que aceptan la presencia de fuerzas americanas, británicas, rusas o israelíes? ¿O más aun, los oponentes diabólicos, unilateralmente descritos como “extremistas” o “terroristas”, por ciertos regímenes despóticos? ¿Quién decide y a partir de qué parámetros? He tenido que ver personalmente con éste tipo de calificación a medida distinta. Recibido en el 2003 en el Departamento del Estado americano, he sido presentado como un musulmán “abierto” y “moderado”. Casi un año más tarde, bajo la administración de Bush, mis críticas sobre la política americana en Irak y Palestina (que reconocían la legitimidad de la resistencia sin respaldar de ninguna manera los ataques contra los civiles e inocentes), me han transformado en potencial “apoyo de terroristas” y me han prohibido entrar en los Estados Unidos. Seis años más tarde, la acusación en relación con el terrorismo ha decaído, la administración de Obama considera que mis opiniones no son peligrosas y que soy útil al debate crítico sobre el islam: Otra vez puedo entrar en territorio americano. No solamente la “moderación” política es un concepto discutible pero la confusión entre las esferas religiosas y políticas convierte al análisis aun más aleatorio. Nos suponemos muy rápido, demasiado rápido, que una mujer o un hombre religiosamente “liberal” cuando es cuestión de la práctica del islam va a desarrollar opiniones políticas igual de “liberales”. Pero, no es así y los ejemplos son legiones de protagonistas políticos, de intelectuales o militantes asociativos quienes son efectivamente musulmanes con concepciones y practicas muy liberales (o ausentes) pero que políticamente apoyan a regímenes dictatoriales y muy duros. La moderación religiosa no dice nada sobre la moderación política: A veces se tiende a confundir este orden en los análisis propuestos en Occidente. Es preciso realizar estudios más minuciosos a fin de permitir una evaluación más clara de los posicionamientos respectivos y de las tendencias religiosas y políticas presentes.
La relación con “Occidente” es igualmente un parámetro interesante para evaluar los posicionamientos religiosos y políticos de los musulmanes contemporáneos. Si los grupos extremistas violentos miran la relación con Occidente bajo el ángulo exclusivo de la oposición y de las relaciones de fuerza religiosas, políticas, culturales y económicas; la gran mayoría de los musulmanes del mundo –y claro, especialmente los musulmanes Occidentales- reconocen las adquisiciones de las sociedades occidentales a la vez que reivindican el derecho a determinar por ellos mismos los contornos de sus identidades, de sus prácticas y de sus esperanzas espirituales. En este sentido las criticas y los rechazos a Occidente son primeramente ligados a una negación de la relación de dominación política, económica y cultural. La religión es a menudo un vector de movilización natural en las sociedades mayoritariamente musulmanas pero lo que es criticado es antes que nada, la mano política y económica y las incoherencias del apoyo occidental a los regímenes más autocráticos y corruptos. El discurso estrictamente religioso es mayoritariamente moderado frente a Occidente e igualmente dentro del rango de los movimientos islamistas de Malasia hasta los de Marruecos pasando por el gobierno turco actual que tiene como objetivo adherirse a la Unión Europea. El aire de tensión y de potencial conflicto no es religioso y no tiene nada que ver con el Islam o los “musulmanes moderados”: se trata de cuestiones políticas que convendría tratar como tales.
En Occidente se puede decidir que los musulmanes moderados son aquellos que son invisibles, o los que se nos parecen, o incluso los que aceptan los términos de su dominación. Sin embargo, tales razonamientos y conclusiones no permitirán comprender las dinámicas que atraviesan las sociedades mayoritariamente musulmanas y las comunidades establecidas en Occidente. Puesto que estas son múltiples y complejas: existe un debate estrictamente religioso (en términos de filosofía del derecho islámico y de sus fundamentos) sobre la noción de moderación (wasatiyya) que es importante entender en toda su envergadura. Permite comprender de mejor manera los elementos de los debates intracomunitarios entre las diferentes tendencias y las disposiciones exclusivistas y a veces dogmaticas en el seno de las corrientes aparentemente más abiertas.
Este enfoque permite abordar las cuestiones políticas con menos toma de posiciones y/o de ingenuidad. Una vez condenados los grupos extremistas violentos que matan a civiles e inocentes, conviene contextualizar las posiciones políticas a fin de no simplificar el punto de análisis con conclusiones de tipo: los “moderados” son los que nos apoyan o se nos parecen y los otros son los fundamentalistas o los islamistas extremistas. Estas consideraciones son ideológicas y conllevan a confusiones que no permiten aprehender la naturaleza de los aspectos esencialmente políticos y económicos. Es eso lo que esconde la retórica del “conflicto de las civilizaciones” que opone en términos religiosos y culturales a entidades construidas que no traducen en nada las aspiraciones de justicia y de libertad que se manifiestan en los dos universos de referencia.
Es en este sentido que la voz de los que defienden con fuerza la moderación religiosa (quienes representan, como hemos dicho, la inmensa mayoría de los musulmanes), debe hacerse escuchar de forma más “radical” con el fin de traducir en términos adecuados la similitud de los valores éticos pero también la naturaleza de las relaciones de fuerza políticas y económicas profundamente disimétricas. Es importante que estas voces se hagan escuchar y que manifiesten que la moderación religiosa, de una parte puede ir de la mano con la radicalidad de un discurso político, no violento y democrático, opuesto a la dominación, a la explotación y a la opresión bajo todas sus formas.
Traducido por Sofia Pia.
Revisado por Beatriz García Quesada.